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viernes, 28 de octubre de 2011

La Primavera, Sandro Boticelli

Sandro Boticelli 1444,45-1510
La Primavera, aprox. 1478
Témpera sobre madera. Altura 6' 7 3/4´"
Museo de los Uffizi, Florencia
  A fin de ornamentar una quinta de los Médici en Castello, Boticelli pintó la Primavera por el año de 1478, obra que constituye uno de los mejores logros de su estilo y que se halla actualmente en el Museo de los Uffizi junto con otro de sus cuadros, no menos celebre, El Nacimiento de Venus. La gran originalidad de Boticelli se manifiesta no sólo en el estilo de su dibujo de lineas arabescas, sino también en el sello personal que da sentido al tono espiritual de su obra. Más genialmente que otros pintores renacentistas pudo plasmar genialmente el sentido de religiosidad mística en los temas clásicos y el de la trascendencia mística en los temas cristianos; en ambos asuntos, la interpretación es plenamente suya. La impronta de su personalidad es una lánguida nostalgía, cierta melancolía y posiblemente un presentimiento que vibra en la mayoría de sus temas festivos como el de La Primavera. Este ingrediente emocional que hay en sus cuadros terminaría por empalagar a no ser por el sentido de moderación que hay en Boticelli volviéndolo , a veces, demasiado austero; así mismo su linea ondulante podría volverse plácida y monótona sin la característica de ese vigor nerviosamente indefinido que la determina. Durante algún tiempo se relego a Boticelli a un rincón de la historia, pero a mediados del s. XIX fue rescatado del olvido y, ciertos miembros de un grupo de pintores ingleses, llamados los Prerrafaelistas, lo empezaron a imitar en sus cuadros románticos.
  Los temas cristianos de Boticelli se hallan espiritualmente colmados de presentimiento. Otros artistas florentinos como el propio maestro Boticelli, Fra Filipo Lippi, habían representado a la Virgen ala manera de una mortal y dulce muchacha italiana que se complace reverentemente ante el feliz advenimiento. Las representaciones que de la virgen hace Boticelli, en cambio, la plasman contemplando al niño con una patética mirada en que se anuncia con plenitud consciente, la inexorable gloria y tragedia de la Crucifixión.
  Esta observación de Boticelli de que la alegría humana es efímera, se constataba en los desordenes que asolaron a Florencia, a finales del siglo. Con la muerte de Lorenzo el Magnífico, su gran mecenas, todo el poder y la grandeza de los Médici se vino abajo durante la guerra civil. La otrora  dominante familia quedó bajo la influencia del fanático monje Savonarola. El epilogo fue un acto de la mas inhumana crueldad, pues Savonarola fue condenado en calidad de hereje, colgado y quemado. Boticelli había sido seguidor de Savonarola y los cuadros de su ultima etapa en los que pintó temas cristianos se hallan dotados de una tensión mística emotiva que raya casi en la histeria, y sus escasas referencias a lo clásico renuncian a a expresion lírica pagana para convertirse en alegorías del bien y del mal.


  

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