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jueves, 23 de septiembre de 2010

La importancia del Jade en el México prehispanico.

  La importancia del Jade en el México prehispanico.

La importancia del Jade en el México prehispanico. Máscara maya


  Cuando Hernán Cortés ordenó a Moctezuma que le entregara sus tesoros más preciados, para su frustración, recibió no oro, sino jade, porque para los mexicanos prehispánicos el jade era considerado mucho más valioso que el oro.

   La importancia de las piedras y los minerales en Mesoamérica radicaba no sólo en los usos que se les daba sino en que en muchos casos se les relacionaba con el Universo. Entre la larga lista de minerales y piedras que los pueblos mesoamericanos utilizaban, sobresale el jade, que es una piedra verde o verdeazul. Era considerada como símbolo de vida y más valorada que el oro. Para ellos, el verde del jade representaba el agua, la lluvia, el bosque, el verdor del campo y todo lo que ello significaba. El jade era símbolo de la vida y la transmutación de la muerte. Ninguna otra piedra era tan sagrada y venerada. Los objetos de jade eran motivo de adoración en ceremonias, sacrificios rituales y entierros. Poseer y lucir jade era también símbolo de prosperidad, posición y poder entre los antiguos mexicanos y el jade de mejor calidad se reservaba sólo para ricos y nobles, el jade era la piedra en que se concentraban las máximas fuerzas divinas. Es la piedra con vida y la que da vida Ninguna otra sustancia tiene su sacralidad, ninguna otorga una protección más completa.

   Los olmecas fueron los primeros en reverenciar el jade,
porque para ellos representaba la esencia de la Serpiente Emplumada, y con él diseñaron objetos para ofrendar a los dioses desde 1,500 años antes de Cristo. Fueron los primeros mesoamericanos que labraron el jade. Pequeñas cuentas y pendientes datan de 1,000 años antes de nuestra era y joyería exquisita, objetos rituales, figurillas y máscaras de tamaño natural fueron laboriosamente labradas en duro y traslúcido jade color turquesa.

   La civilización Maya reverenciaría el jade, pero prefirió el de tonalidades más oscuras, símbolo de los recursos más preciados, el agua y el maíz. El jade se asoció a Yum Kaax, la joven deidad del maíz y mazorcas labradas en jade embellecieron templos y pirámides. La nobleza lucía ornamentos de jade, incrustaba jade en sus dientes y eran sepultados con máscaras de jade para que su jerarquía fuera reconocida incluso después de la muerte Tal vez sean los mayas los que utilizaron con más frecuencia el jade. Desde el punto de vista ornamental, hicieron espléndidos collares, brazaletes, orejeras, narigueras, diademas, tobilleras y pectorales.
  Estos últimos se colocaban en una pequeña perforación lograda entre la boca y el mentón, la mayor parte de las culturas de Mesoamérica, son las incrustaciones en los dientes. De acuerdo con los cronistas, el uso del jade estaba reservado para las clases dominantes, según narra Sahagún, quien afirma: "...es señal de que es persona noble el que la trae..." a los macehuales (o sea la gente del pueblo) no les era lícito usarlas. Podemos deducir entonces que, las incrustaciones dentales se destinaban a las personas de más alto rango social, que debían conservar su poder y su prestigio. Es probable que la vista de esa piedra sagrada en la boca de los más altos personajes, cuando éstos hablaban o reían, produjera un impacto psicológico en el común de las personas y contribuía a mantener el respeto por su jerarquía.

  Por su color verdeazul, que es el del agua, el jade era, para los mexicas,  la representación de la diosa del agua, Chalchiuhtlicue, "la que tiene su falda de chalchihuites". Las piedras, más que un emblema, eran consideradas fracciones de la diosa y como tal objeto de profunda veneración. El agua equivale a vegetación, y ésta a sustento: maíz, frijol, chile, nopal, frutos. Verde es el color de la vegetación: color mágico y sagrado. De acuerdo con las evidencias encontradas hasta la fecha, parece ser que los mexicas fueron los que utilizaron más el jade para esculpir a sus dioses, o bien para elaborar utensilios destinados a la ofrenda.

  Entre los mexicas era conocida como Chalchihuite, y sabemos que era más apreciada que el oro. No hay duda, gracias al Cronista de la Conquista, Bernal Díaz del Castillo, acerca del valor que tenía el jade en relación con el oro. Según relata, durante la "Noche triste", Hernán Cortés, después de apartar para sí su parte del tesoro de Moctezuma, distribuyó el sobrante a sus soldados; y muchos cargados de oro se ahogaron en los canales de México Tenochtitlán.

 El jade se utilizaba con varios fines: ornamental, funerario, utilitario, terapéutico y ritual. Hay que enfatizar que el valor del jade no era sólo material Bernal, en cambio, sabía que en el cimiento de la pirámide de Tlatelolco "echaron oro y plata y piedras de chalchihuites ricas", y cuánto estimaban a éstas los mexicanos. "Yo digo", escribe el cronista,"que nunca tuve codicia del oro sino procurar salvar la vida, porque la teníamos en gran peligro; mas no dejé de apañar de una petaquilla que allí estaban cuatro chalchihuites, que son piedras muy preciadas entre los indios... los cuales me fueron muy buenas para curar mis heridas y comer del valor de ellos".
   
  Los mayas y los olmecas llegaron a utilizar el jade en la manufactura de herramientas como hachas y puntas de flecha; algunos investigadores señalan que tal vez le dieron ese uso por su dureza.

 Sin embargo, otros opinan que aun cuando tenían forma de herramientas, nunca fueron utilizados para tal fin, sino que su uso fue ritual, y se hicieron como ofrenda de algún personaje importante.

 También lo utilizaron para la fabricación de hachas, puntas de flecha. En el libro de las hierbas medicinales de los indios, de Martín de la Cruz, curandero azteca de Xochimilco, y que fue traducido del náhuatl al latín en 1552 por Juan Badiano, se menciona ocho veces la piedra verde como ingrediente adicional en medicamentos vegetales y animales. Los quetzalitzi son los jades muy pulidos y sin mancha alguna, que en la medicina se usaban para combatir el cansancio de los funcionarios.
  
  Las culturas maya, olmeca y zapoteca fueron las que utilizaron con más frecuencia el jade con fines funerarios. Entre sus usos más extendidos están las máscaras funerarias, tal vez porque, como ya mencionamos, el jade representaba la vida eterna. Es famosa la máscara de jade que representa al Dios Murciélago, y que fue encontrada en Monte Albán, lo mismo la máscara de jade del Señor Pacal, en el Templo de las Inscripciones en Palenque. Más recientemente, en Calakmul, Campeche, fue hallada una espléndida máscara de jade en una tumba.

   Famosas también son las cabezas de Jade de la cultura olmeca, que provienen del periodo conocido como Preclásico, y que se calcula que son del año 450 d.C.
   
  De acuerdo con las evidencias encontradas hasta la fecha, parece ser que los mexicas fueron los que utilizaron más el jade para esculpir a sus dioses, o bien para elaborar utensilios destinados a la ofrenda.
  
  Tal vez el jade alcanzó la cima de su valor entre los pueblos prehispánicos cuando Moctezuma, el líder azteca presentó a Hernán Cortés cuatro cuentas de jade y le dijo: “cada piedra vale dos pepitas de oro.” Los aztecas llamaban al jade Chalchiuhtlicue, en honor de la diosa del agua dadora de vida, y también la asociaron con la lluvia torrencial; creían que era la materialización de la vida y el aliento.
  
  Pero Cortés no creyó al rey azteca lo del valor de las cuentas y las despreció como si fueran solo piedras. Los españoles ambicionaban el oro y la plata y probablemente nunca habían visto el jade o conocido su valor. El jade es raro y solamente se encuentra en una docena de lugares a lo largo y ancho del mundo y siempre ha sido apreciado por la intensidad de su color traslúcido y su suave textura. Cortés seguramente se hubiera horrorizado al descubrir que en la actualidad el jade es tan apreciado como lo era entonces. El precio del jade de mayor calidad secunda solamente al del diamante; en 1998 un collar de 27 cuentas de jade se vendió en Hong Kong en 9.3 millones de dólares.

 Con datos extraidos de un articulo escrito por: José Gamboa Cetina, coordinador de la Sección de Antropología Física del Centro INAH Yucatán.- Mérida, Yucatán

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