viernes, 23 de septiembre de 2011

Tezcatlipoca, Espejo Resplandeciente

   Uno de los mas escabrosos dioses de la mitología mexicana. Sabia mentir con memorable facilidad. Era singularmente diestro en el arte de las transformaciones: lo mismo se volvía tigre o coyote, lo mismo se tornaba invisible. Predestinado a demoler el sacro imperio de Quetzalcoatl, descendió del cielo ala tierra por una infinita soga hecha de la tela de las arañas y expulso de sus dominios a la Serpiente Emplumada. Para lograr ese terrible lanzamiento Tezcatlipoca asumió increíbles formas monstruosas que espantaron a los sosegados discípulos de Quetzalcoatl. Su vasta leyenda añade que caído del sol al agua, se transformo en un colérico tigre que devoro a los gigantes que asolaban la tierra.

  Su nombre primordial quiere decir "Espejo que Humea" o "Espejo Resplandeciente" Posee otros no menos ilustres como Yoalliehecatl ("Viento de la Noche"), Titlacahuan ("Somos tus ciervos y esclavos"), Moyocoyatzín ("El que hace cuanto quiere"), Telpochtli ("mancebo"), Yautl ("enemigo"), etc. Para muchos era el señor de todas las cosas, el creador de los cielos y la tierra , honor que otros dioses le disputan en la laberíntica mitología mexicana.
   Sabía retribuir a sus adoradores pero era inflexible con quienes lo omitían. A estos prescribía enfermedades como la lepra, la gota, la sarna, la hidropesía. Acostumbraba bajar del cielo para visitar a los hombres; por ello en las encrucijadas se habían dispuesto asientos de piedra para su descanso. Quien osara usurpar esos sagrados sitiales era severamente castigado. Lo representaban siempre joven para significar que jamas envejecía. Su estatua -espeluznante- era inmensa: La principal era de piedra negra y lustrosa, vestida con deliberada ostentación. La decoraban oro y piedras preciosas. En otra representación su figura sedente se recorta contra unas vistosa cortina escarlata labrada con calaveras y canillas de muertos; tenía el cuerpo teñido de sangre y la cabeza coronada de plumas de codornices. Una de sus sagradas manos afianzaba un dardo en la amenazadora actitud de arrojarlo.

  Un día  se introdujo Tezcatlipoca  en el volcán de la Sierra Nevada y desde ese distante cráter envió a sus sacerdotes el hueso de su muslo para que lo adoraran en el templo.

  D. Hernando Alvarado Tezozomoc en una de sus notas a la Cronica Mexicana, denomina a Tezcatlipoca "eterno creador del cielo y del infierno, alma del universo, señor de la tierra, gobernador del mundo, señor de las batallas y de las riquezas" Adiciona después: "De él, sin embargo, dimanan la peste y el hambre; toma apariencia de fantasmas nocturnos para hacer daño, mucho tiene de malévolo" ya que se le dice, "nosotros los hombres somos vuestro espectáculo y teatro de quien vos os reís."
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