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sábado, 28 de agosto de 2010

Tláloc [Mitología de México]

Tláloc 

Tláloc [Mitología de México]
 Déntro de la mitología azteca.Tláloc es el dios de la lluvia, el señor del rayo, del trueno y del relámpago. Era representado como un hombre que usaba una red de nubes, una corona de plumas de herrón, sandalias de espuma y cargaba cascabeles que hacían el trueno, sus características anteojeras o aros que rodeaban sus ojos; dos grandes colmillos que salían de su boca y la lengua bífida de serpiente. Otros elementos que completaban su imagen eran las orejeras y el tocado.Su nombre deriva del nahuatl “tlali”, que significa tierra y de “octli”, que significa vino: "el vino que embriaga a la tierra para que produzca lujuriosa vegetación".

  Según el Códice Aubin, un relato en lengua náhuatl del siglo XVI, después de la aparición portentosa del águila sobre el nopal que señaló ante los mexicas el sitio de la fundación de Mexico-Tenochtitlan, un sacerdote llamado Axolohua fue sumergido en la laguna. Al día siguiente Axolohua volvió a aparecer y contó lo siguiente: “Fuí a ver a Tláloc, porque me llamó, dijo: Ha llegado mi hijo Huitzilopochtli, pues aquí será su casa. Pues él la dedicará porque aquí viviremos unidos sobre la tierra”. De esta manera Tláloc, una de las deidades más antiguas de Mesoamérica, recibió a “su hijo” Huitzilopochtli, dios joven de los mexicas recién llegados, y anunció que ambos compartirían el dominio sobre la nueva capital. Aquí y en otros contextos como la caída de Tollan, Tláloc actúa como una deidad que otorga “el valor, el mando”, es decir, el poder, una función del dios de la lluvia que ha sido destacada por José Contel (2008). Por lo anterior, el Templo Mayor de Tenochtitlan estaría compuesto por una gran pirámide doble, con dos “capillas” en su cúspide: una del lado sur, dedicada a Huitzilopochtli, y otra del lado norte, dedicada a Tláloc

   Esta deidad azteca  (siglo XV Y XVI), se conocía como “serpiente de nubes”, ya que se manifestaba en forma de culebra –remolinos de lluvia- en las trombas. Su color representativo era el azul, con el cual se pintaban sus templos.
   Su presencia en muchos templos se debía a  que se le consideraba pilar de la economía azteca, pues se le atribuía la producción agrícola. En efecto, a él correspondía enviar a tiempo las lluvias y no excederse en ellas, pues podía acarrear la muerte de las plantas, al igual que si enviaba el granizo o las heladas. Por eso era indispensable mantener el equilibrio del dios con rituales apropiados que se celebraban en determinados meses, ya fuera a él o a deidades con él relacionadas, como eran los tlaloques, sus ayudantes; Xilonen, diosa del maíz tierno; Chalchiuhtlicue, su esposa, etcétera. Tláloc descargó grandes cóleras sobre los Aztecas. A menudo usó sus rayos del relámpago para enfermar a las personas. Se dice que tenía cuatro diferentes jarrones de agua en su posesión. Cuando vaciaba la primera, traía vida a las plantas. La segunda causaba destrozo, la tercera traía el hielo, y la cuarta provocaría la destrucción total.


    Hasta nosotros ha llegado un canto al dios del agua, que dice así:

     Dueño del agua y la lluvia,¿Hay acaso alguien  tan grande como tú?
Tú eres el dios del mar.Cuantas son tus flores,cuantos son tus cantos
.Con ellas deleito en tiempo de lluvia.
No soy más que un cantor :flor es mi corazón: ofrezco mi canto.


  El paraíso de Tláloc se llamaba Tlalocan y se situaba en la región oriental del universo: de aquí procedía el agua beneficiosa y necesaria para la vida en la tierra. Las personas que morían ahogadas o por hidropesía iban a morar a este paraíso, que era un enclave placentero, rodeado de árboles frutales, así como maíz, chía y frijol, en donde la vida era enteramente feliz.


 ICONOGRAFÍA
    Además de las numerosas ollas Tláloc mencionadas, el dios de la lluvia fue representado en Mesoamérica también en pinturas murales (por ejemplo en Teotihuacan, en esculturas, en bajorrelieves y en códices. Los círculos alrededor de los ojos y los grandes colmillos constituyen rasgos característicos de Tláloc. A partir del estudio de una estatua que se conserva en la colección Uhde en Berlín, Eduard Seler (1963) demostró que esos motivos se originaron a partir de dos serpientes enroscadas
–que formaron los círculos de los ojos– cuyas fauces encontradas crearon la boca de Tláloc. En los códices, su cuerpo está pintado de negro, de amarillo o de verde, lleva atavíos de papel salpicado de hule y su tocado se compone de ojos estelares, así como de plumas de quetzal y de garza. Tláloc ostenta muchos atavíos de jade –del cual se decía que era “el cuerpo de los tlaloque”–, símbolo del agua, como orejeras, collar, y también lleva un pectoral de oro. Entre los elementos que carga el dios destaca un palo serpentiforme, a menudo pintado de azul, que representa al rayo.

     Tláloc fue uno de los dioses más importantes en el altiplano de México, y quizá uno de los de mayor antigüedad de Mesoamérica, ya que aparece en representaciones de la remota época tehotihuacana.










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