"¡Cuídate! ¡Quiérete! ¡Muévete!" Es mi grito de batalla cada mañana, mi “mantra”, mi frase para convencerme de dejar mi camita y levantarme, he de confesar que muchas veces quiero mandar a volar todo y seguir durmiendo. Fui poco hábil para los deportes (para no decir que una total nulidad) o tal vez se debe a que desistía demasiado pronto. Los balones me aterraban, y no podía andar por la calle en bicicleta, cositas así, excusas para no hacerlo, fue fácil evitarlo siempre ya que mi tiempo libre prefería leer o escuchar música horas enteras.
Se lee, se escucha, se sabe de todos los beneficios que da el hacer ejercicio o practicar algún deporte: ayuda a combatir la depresión, mejora el tono muscular, embellece la apariencia de la piel, quema calorias (¡ese debería ser argumento suficiente!), estimula la producción de endorfinas (hormonas que nos brindan la sensación de placer y bienestar) disminuye el colesterol y los riesgos de infarto, baja la presión alta, regula los niveles de azucar y un sinfín de etcéteras.
Traía la idea (de empezar a hacer ejercicio en forma) dando vueltas en mi cabecita (como si mi cabecita necesitara mas ideas revoloteando) hasta que encontré en una bendita casualidad la motivación para comenzar. Y por fin tome la decision, las primeras sesiones terminaba adolorida hasta de los pensamientos, pero ya había empezado y adelante, y ahí sigo, a meses de ir aun no tengo la figura que imaginé que lograría tras los primeros esfuerzos, disto mucho aun de lucir como deseo, pero cada mañana al terminar de saltar, estirarme, bailar, cargar pesas o dar patadas y terminar bañadita de sudor nada me puede quitar la sonrisa que me deja la satisfacción del deber cumplido: ¡QUERERME! y¡CUIDARME! ✿
